miércoles, 8 de julio de 2009

LAS RAICES DEL QUEBRACHO

Andaba la tarde su agónica quimera,

colaban las copas jirones de sol.

Y frente a un añudo quebracho de sangre

hincado un moreno le pedía perdón.

La lucha es en vano, no puedo mentirte,

padre del monte, raíces de Dios.

Si cuando fui al hacha por esa miseria,

al matar tu vida me moría yo.

De luego quedaron poco de los tuyos

para darnos cuenta de lo que era atroz.

Y fue el abandono la injusta moneda

que en pago de lo hecho nos dejó el patrón.

Así el desamparo, convertido en hambre,

nos tiró al camino como pedregal.

Fue monte y entraña, padre de la sombra,

que arriando majada peleamos jornal.

A tu vera entonces vinieron los hijos

para reafirmarnos en el ser de aquí.

Su pobrecito sueño siempre costó el doble,

mas no se resigna querer ser feliz.

Fuimos abriendo picadas de esperanza,

el paso de los años nos hundió raíz.

Y como las piedras inertes al tiempo

a sol reafirmamos por patria este redil.

Ayer domingo negro mateaba en el alero,

la radio musiqueaba festejo en chamamé.

De vista al horizonte un chasqui forastero

me da la mala nueva mostrando aquel papel.

Palabras presagiantes de tiempos de tormenta

con letras de muerte brotaban en tropel.

A tiempo se me dice que me echan de la tierra,

la radio musiquea engaño en chamamé.

¿Cómo le digo al niño que en patas por la tierra

está abriendo las hojas del libro de su ser?

¿Le cuento que este mundo para él hasta hoy su casa

será sólo un recuerdo que no volverá a ver?

¿Cómo le digo al viejo que como en antes siempre

se sale al camino para verlo pasar?

Hoy día hay que tomarlo por triste derrotero

como si fuera el arma que le da el tiro final.

¿Qué te digo y qué me digo?,

mientras se muere la tarde quebracho que pusiste el lomo para el tren.

Si al ver cómo en el nombre de verse progresados

destruyen lo que siglos nos lleva comprender.

¿Qué te digo y qué me digo?,

si mis propios hermanos, voceros del notario, verdugo, dictador,

nos ponen una cerca, mojón de desarraigo,

poniendo fin al título que otorga el corazón.

Por eso a tus pies vengo, señor de estos lugares,

a reafirmar el mandato que la raza nos dejó.

Solamente hecho ceniza, muerto yo, muertos los míos,

Habrán tenido el derecho que les negó la razón.

Víctor Chenna